Estamos en una época en la que nos preocupamos más que nunca por nuestro bienestar. Es un hecho que todos queremos ser felices, pero es probable que haya vínculos que nos amarguen la existencia y de los que no es tan fácil salir.
Si detectas a una persona tóxica, tal vez puedas apartarte de ella, pero ¿qué pasa con un jefe de trabajo al que no te puedes permitir renunciar? ¿Un familiar cercano, como tu mamá, hija o hermano que no puedes dejar de ver? ¿Tu pareja sentimental, con quien no quisieras terminar?
“Salir huyendo no siempre es viable, pero puedes trabajar para transformar esa relación y no sólo hacerla menos dañina, sino nutritiva”, dice Magui Block, psicoterapeuta con poco más de 25 años ayudando a las personas a transformar sus vidas y quien en su nuevo libro Relaciones tóxicas, Ed. Alamah, plantea un método para reconocer la causa del problema, transformar la situación y soltar lo que no te beneficia. “Alguien puede ser tóxico para una persona, pero no para otra. Más allá de la personalidad de un sujeto, hay que entender que lo dañino es la dinámica que se genera entre esos dos individuos”, explica la experta.
Salir huyendo no siempre es viable, pero puedes trabajar para transformar esa relación y no sólo hacerla menos dañina, sino nutritiva.
¿Qué es tóxico? Una relación o una persona tóxica
Una relación sana es en la que ambas personas dan, reciben y se nutren. Es un vínculo que te impulsa. Es común que en algún momento de nuestra vida todos los individuos nos involucremos en una relación tóxica con algún familiar, conocido o amigo sin darnos cuenta. “Se trata de una conexión que, en lugar de nutrir, te drena. En lugar de hacerte sentir a gusto y apoyada, te hace perder el equilibrio”, dice Block.
Sin embargo, aclara que existen tres factores que son clave para distinguir este tipo de relaciones: “Si te genera culpa, obligación y miedo, entonces es dañino”, aclara. Algunos ejemplos de estos patrones son:
- Te da miedo que tu pareja se enoje porque saliste con un grupo de amigos.
- Te olvidas de ti y dejas de ser el centro de tu vida para poner a la otra persona en primer lugar.
- Tu seguridad depende de la otra persona y de lo que opine sobre ti.
- Tienes miedo de perder su amor o aprobación.
- No complaces sus deseos, sientes culpa o sensación de que te estás portando mal.
- Haces cosas por obligación con el fin de mantener la relación, pero en el fondo sabes que no quieres hacerlas.
- Dejas de realizar actividades porque la otra persona así lo desea.
Los sentimientos de culpa, obligación o miedo son dañinos, y estar en una relación así merma la autoestima. Puedes, incluso, llegar a pensar: “no valgo”, “no soy suficiente”, “no puedo”, “soy incapaz”, etc. Si empiezas a creer esto renunciarás a oportunidades y tendrás aún más inseguridad o miedo de no encontrar a nadie más.
No puedes cambiarte, pero sí cambiarte a ti.
Rompe con los patrones de las relaciones y personas tóxicas
De acuerdo con la experta, nos enganchamos en una relación tóxica por lealtad a nuestro sistema familiar, por nuestras creencias limitantes, experiencias del pasado o necesidades insatisfechas. Puede ser que de entrada alguien te guste y te sientes bien a su lado, pero después te lastime de manera repetitiva y tú termines normalizándolo. Si no te das cuenta, será difícil salir de ahí.
“Si tus papás tenían una relación tóxica es posible que tú crezcas con la idea de que esa es la definición de amor y, por lo tanto, buscar parejas que te traten de una manera similar”, explica. Para salir de esta dinámica, Block propone un proceso de tres pasos:
1. Identifica el problema: Date cuenta si estás en una o varias relaciones tóxicas. Hacer conciencia de ese tipo de conexiones es la única manera en la que podemos cambiar.
2. Descubre qué hace falta en esa relación: En ocasiones nos ponemos ‘trampas’ que nos mantienen en esa adicción. Pensar que el otro cambiará, evadir el problema o pensar que no es grave son actitudes típicas que nos sabotean y no nos permiten sanar. Por lo tanto, hay que plantearse qué le falta a ese lazo para que sea nutritivo y tenga un balance en el que todos ganen.
3. Transfórmate: No podemos cambiar a nadie. Así que el único modo de transformar la relación es trabajando en uno mismo. “Si le damos la vuelta a la manera en la que fluimos, entonces ésta se va a transformar. Después de analizar qué sentimos y qué nos aporta ese trato, hay que preguntarnos: ¿por qué seguimos allí? Cuando lo hagas consciente hay que volver la mirada a uno mismo. Quizá haciendo el trabajo y los ejercicios que propone este libro, pidiendo ayuda a un profesional y, sobre todo, responsabilizándonos, podremos dar los pasos para transformar o cortar esa relación”.
¿Qué tipo de relación es? Estas preguntas pueden ayudarte: ¿Toma en cuenta lo que es importante para mí? ¿En lugar de nutrir mi vida, la otra persona me drena? ¿Me siento sostenida o desequilibrada? ¿Hago caso a lo que quiero? ¿Me siento sola?
Por: Rocío Flores Tapia