La virreina de Nueva España que fue el verdadero amor de Sor Juana Inés de la Cruz

Así como conocemos El País, se explora a través de la antología poética de la escritora, Un amar ardiente. Y detallan, “los estudios han coincidido en que la relación entre la monja y la virreina fue más allá del ‘incienso placiego’”.

¿Quién era María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga?

Antes de explorar en el romance entre estas mujeres, es necesario saber quién era la virreina que presuntamente se robó el corazón de la monja.

María Luisa nació un 17 de abril de 1649 en España.

Damos un salto en la historia y llegamos al punto en que se vuelve esposa de Tomás Antonio de la Cerda.

Ambos fueron virreyes de Nueva España de 1680 a 1686. Así que viajaron de España a la entonces Nueva España para compelar su puesto.

       

A Sor Juana le encomendaron un arco triunfal a los nuevos virreyes —que a grandes rasgos es un escrito de bienvenida.

Sor Juana y María Luisa conectan al momento y la virreina se vuelve un tipo de protectora y promotora para la monja.

¿Cómo era la relación entre Sor Juana Inés de la Cruz y la virreina?

El País entrevistó al ensayista y editor Sergio Téllez-Pon, quien explicó cómo es que la relación entre Sor Juana y María Luisa fue un amor platónico.

“Fue una relación intensa pero casta”, escribe, “existe el término sapiosexual, que te enamoras de la inteligencia de alguien más que de su cuerpo o estatus, y creo que ese fue el caso”.

Pero Téllez-Pon añade que simple y sencillamente, “se enamoraron”.

En el tiempo que convivieron juntas, Sor Juana le dedicó alrededor de 50 poemas.

¿La parte más romántica? Usaba el nombre de Lisi para referirse a la virreina.

Yo adoro a Lisi, pero no pretendo / que Lisi corresponda mi fineza; / pues si juzgo posible su belleza, / a su decoro y mi aprehensión ofendo.

       

Octavio Paz defendía la idea de que los escritos de la gran poeta eran cartas de amor a su ‘Lisi’.

Pues desde el dichoso día / que vuestra belleza vi, / tal del todo me rendí, / que no me quedó acción mía. / Con lo cual, señora, muestro, / y a decir mi amor se atreve, / que nadie pagaros debe, / que vos honréis lo que es vuestro. / Bien sé que es atrevimiento, / pero el amor es testigo / que no sé lo que me digo / por saber lo que me siento.

Como tal, el escenario de “la sexualidad de Sor Juana” sigue siendo un espectro de enigma que aún causa furor.