Esta diseñadora no sólo conquistó a las mujeres, sedujo a aristócratas, duques, intelectuales y artistas de leyenda, aunque nunca se casó, ellos fueron los hombres que le robaron el corazón: los amantes de Coco Chanel.
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Amantes de Coco Chanel
La vida íntima de Gabrielle Coco Chanel ha sido objeto de deseo para historiadores, escritores y novelistas.
Costurera, cantante amateur, diseñadora prolífica y visionaria, a lo largo de su vida fue confeccionando una seductora personalidad que enamoraría a algunos de los hombres más notables de su generación.
Aunque jamás se casó y mantuvo su apellido de soltera saltándose los convencionalismos de su época, vivió apasionadas historias, desgarradoras traiciones e infortunados desencuentros que cambiaron la ruta de su destino, orillándola a experimentar una profunda soledad al final de su vida.
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Étienne Balsan
La vida de Chanel sin Étienne Balsan habría sido infinitamente distinta si el destino no los hubiera reunido. Él le mostró un mundo nuevo. Junto a él aprendió a ser una dama, saboreó el glamour, las elegantes fiestas, la buena mesa; gracias a él descubrió su afición por la equitación y conoció a personas distinguidas que años más tarde la admirarían.
Algunos biógrafos afirman que su encuentro ocurrió en Moulins, pero en torno a la vida de Mademoiselle hay muchas versiones, elegimos contar la que ella atesoró en su memoria. Lo conoció a los 16 durante una visita a su abuelo en la ciudad de Vichy.
Con su casino, sus cafeterías y la ópera de la Belle Époque, sus boulevares y jardines para Napoleón III —cuenta Justine Picardie en Coco Chanel: The Leyend and The Life—, Vichy era el escenario perfecto para la aventura de una chica cansada de sus miserias.
“Vichy fue el país de las hadas. Un horrible país de las hadas, en realidad; pero maravilloso a primera vista. En Vichy fue mi primera aventura, Vichy me enseñaría acerca de la vida”, recordaba Mademoiselle.
Coco Chanel pasó seis años junto a Étienne, entre fiestas, paseos a caballo en los mejores purasangres del país y un libertinaje oca- sional, pero sobre todo, creando sus primeros diseños: faldas largas y rectas, blusones hasta la cadera y sombreros minimalistas.
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Arthur Boy Capel: el gran amor de Coco Chanel
Coco abandonó a Balsan escapando con su millonario amigo Arthur Boy Capel, para protagonizar su verdadera historia de amor.
“Mi querido Étienne, jamás podré devolverte la gentileza y la comodidad que me has dado”, le dejó escrito en una nota.
Tres días después Balsan la halló en París; los celos le habían hecho darse cuenta de que la amaba, sin embargo, el corazón de Chanel nunca le perteneció, ahora ella estaba por descubrir lo que era el verdadero amor.
Y es que Boy fue el gran amor de su vida. Este conquistador y jugador de polo, dueño de minas de carbón en Newcastle y uno de los hombres de la sociedad en Londres más codiciados, supo enamorar a Coco porque creyó en ella desde el primer instante en que la conoció, impulsándola con su famosa tienda de sombreros llamada Chanel Modes y su primera boutique en el número 21 de la rue Cambon, junto al Ritz, en la zona más exclusiva de París.
Solo pasaron una semana juntos en Pau, pero estaban hechos uno para el otro, asegura la escritora Cristina Morató. Y la futura diseñadora se fue a vivir con él a su elegante apartamento en la avenue Gabriel, donde fue inmensamente feliz.
Coco Chanel no solía mentir a los periodistas sobre lo importante que fue Boy Capel para ella: “Yo sabía que podía contar con él en cualquier circunstancia; era un verdadero compañero, mi hermano, mi padre, toda mi familia. El único hombre al que realmente he amado en toda mi vida”.
No es un secreto que Coco soñaba casarse con Boy, sin embargo, el éxito de ambos los distanció cada vez más; después de ocho años de romance, Capel le confesó lo más cruel: se había comprometido con Diana Wyndham, hija del barón de Ribblesdale, una joven de 25 años, noble y distinguida. Boy se casó en octubre de 1918.
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Paul Iribe
En su madurez, Coco volvió a enamorarse de un seductor con aire intelectual y fama de conquistador, Pablo Iribarnegaray, mejor conocido como Paul Iribe. Y con él tendría uno de los romances más pasionales.
Iribe era un gran director artístico y escenógrafo de Paramount Pictures, colaborador de cintas legendarias como Los diez mandamientos y Rey de reyes; también un excelente decorador de interiores y caricaturista.
Casado con una rica heredera neoyorkina, Paul se separó de su esposa para casarse con Coco. Ella lo llegó a querer tanto, que no le importó confiarle los asuntos financieros de su compañía.
Eran felices y a menudo se les veía disfrutando de la escena parisina hasta que en 1935 Coco decidió pasar el verano en su finca La Pausa, en la Riviera francesa, donde se reuniría con Iribe y sus amigos.
El día más triste para Chanel estaba por venir, un día después de la llegada de Iribe, mientras jugaban tenis, él se desplomó en medio de la cancha; había sufrido un infarto.
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Los amantes rusos de Coco Chanel
La personalidad fascinante e ingeniosa de Mademoiselle también conquistó a artistas influyentes de la talla de Cocteau, Dalí, Picasso y Stravinsky.
Igor Stravinsky
En 1946, Coco Chanel le confió a Paul Morand — El aire de Chanel — las memorias de su affaire con el célebre compositor ruso Igor Stravinsky, cuyas obras musicales para los Ballets Rusos lo llevaron a la gloria:
“Era joven y tímido; me encontró atractiva. En el ambiente en el que me movía solo me atraía Picasso, pero no estaba libre. Stravinsky me perseguía. ‘Estás casado, Igor’, le dije […] Y él, tan ruso, dijo: ‘Ella sabe que te amo. ¿A quién más sino a ella podría confiarle algo tan importante?’”.
Coco y Stravinsky se hicieron amantes. Chanel se convirtió en su mecenas y él estuvo dispuesto a divorciarse para casarse con Mademoiselle; pero ella se negó a aceptar y a pesar de todo, continuaron siendo amigos durante muchos años.
Dmitri Pavlovich
En 1922 un nuevo amor llegaría a su vida en medio del éxito: el gran duque Dmitri Pavlovich; de hermosos ojos verdes, ocho años menor que ella y un pasado misterioso que bien podría seducir a cualquiera, y por supuesto, ella no fue la excepción.
Primo del zar Nicolás II, Dmitri fue exiliado por ser uno de los asesinos de Grigori Rasputín. Con seguridad, su historia cautivó a Mademoiselle y es que cuando la mayoría de la familia real rusa fue asesinada por los bolcheviques en 1918, Dmitri fue uno de los pocos que logró escapar de la masacre, perdiendo prácticamente toda su riqueza.
Para Mademoiselle, Dmitri fue un hombre apuesto pero falto de esencia. “Aquellos grandes duques eran todos lo mismo. Tenían un aspecto deslumbrante pero detrás de la apariencia no había nada.
Ojos verdes, manos y hombros bien hechos, pero mansos y timoratos. Bebían para sacudirse el miedo de encima… detrás no había nada, solo vodka y vacío”.
Hugh Richard Arthur Grosvenor, duque de Westminster
Aún no había terminado su relación con Dmitri Pavlovich cuando Hugh Richard Arthur Grosvenor, duque de Westminster, le robó el corazón. Bendor, como le decían, un día la invitó a cenar a Montecarlo a bordo de su yate, el famosísimo Flying Cloud.
Era un hombre sencillo, muy atractivo y adoraba los caballos tanto como los deportes y la navegación, pero llegó a adorar aún más a Coco Chanel.
Su posible boda con Bendor y el deseo del duque por tener un heredero con ella era un secreto a voces, pero a medida que pasaba el tiempo, sus sueños de convertirse en la tercera duquesa de Westminster se desvanecían, ya tenía más de 40 años “y había quedado claro que no quedaría embarazada, a pesar de los médicos que había consultado”.
En la primavera de 1930 el duque de Westminster anunciaba su compromiso con Loelia Mary Ponsonby, de 28 años.