Michael Douglas es 25 años mayor que su esposa Catherine Zeta-Jones. Kevin Costner le lleva 20 años a su esposa, la modelo alemana Christine Baumgartner. E incluso otra pareja muy estable, Harrison Ford y Calista Flockhard, tiene una marcada diferencia de edad, siendo él 22 años mayor que ella.
Pocos se sorprenden hombres más jóvenes—, se les bautizada con un apelativo que las hace parecer una depredadora robacunas: cougar (puma), o como bien se dice hoy en día gracias a la fortuna que tiene una mujer, sugar mommy.
Confesiones de sugar mommy… ¿Por qué están con hombres menores?
Aquí tienes el testimonio de dos autodenominadas cougars o sugar mommy y los motivos que las llevaron a encontrar el amor en un hombre que, como dice una de ellas, “podría ser mi hijo”.
«AHORA CREO EN LAS ALMAS GEMELAS»
A los 49 años de edad, vivo un romance con Daniel*, a quien le llevo 18 años. Confieso que nunca he sido más feliz, pero la realidad es que esta relación ha transformado mi vida, aunque no siempre como esperaba.
Me casé a los 24 años con un hombre dos años mayor que yo. Si la edad pudiera garantizar la felicidad, yo hubiera estado en el paraíso, pero fue todo lo contrario. Mario y yo nada teníamos en común. Las cosas que a él le interesaban —los deportes, su empresa, la política— a mí me dejaban fría. Y él ni reparaba en mis intereses, que eran un poco más artísticos.
Como ninguno de los dos hizo el esfuerzo, la comunicación se fue perdiendo y llegó el momento en que no teníamos de qué hablar, solo de las cosas de la casa. Cuando al fin, después de más de 20 años de casados, cada uno tomó su rumbo, me sentí como una paloma a la que le abren la puerta de la jaula de par en par.
Al principio no quise saber nada de hombres ni de relaciones. ¡Quería disfrutar mi libertad! Comencé a salir con mis amigas y a conectarme con mi auténtico «yo». Frecuentaba conciertos y ballets, exposiciones de arte y charlas culturales. Algunos hombres se me acercaron, pero nunca sentí interés por uno en especial. Hasta que conocí a Daniel en una exhibición de fotografía.
Nunca creí en las almas gemelas, pero desde la primera vez que Daniel me miró a los ojos y me sonrió, algo sucedió dentro de mí.
Por supuesto, no le vi un potencial romántico, porque era demasiado joven. Pero eso fue hasta que empezamos a hablar. Todo comenzó por un intercambio de opiniones sobre una fotografía y cuando nos dimos cuenta, llevábamos más de dos horas enfrascados en una conversación de arte, filosofía, literatura, espiritualidad…
Mis amigas, muy discretamente, habían desaparecido… y yo ni cuenta me había dado. Cuando nos anunciaron que la galería iba a cerrar sus puertas, él me invitó a tomar un café para seguir hablando y nada vi de malo en eso.
Pensé que seguramente no me veía como mujer, sino como una posible amiga. Los cafés se convirtieron en almuerzos y luego en cenas. Cada día nos sentíamos más compenetrados, porque no solo compartíamos nuestro amor por el arte, sino que veíamos la vida de igual manera.
Daniel es un hombre reflexivo, sentimental y romántico, pero con los pies muy bien puestos sobre la tierra, como yo. No nos motiva el éxito material, sino las experiencias. Nos encanta viajar y conocer nuevas culturas. Él, por su trabajo como fotógrafo, tiene los medios para hacerlo y yo lo acompaño en todas sus aventuras.
Nunca planeamos enamorarnos, pero ocurrió y, la verdad, cuando nos dimos cuenta de lo que sentíamos, la edad pasó a un segundo plano. Las cosas que nos conectaban eran más fuertes que un número. Pero, por supuesto, no todo el mundo lo ve así.
Mi madre puso el grito en el cielo. Todos los días me dice que él se cansará de mí, que un día querrá ser padre y yo no puedo darle hijos. Mi hija de 23 años me ha llamado ridícula y me asegura que Daniel es un oportunista que solo quiere pasarla bien con una mujer mayor. Nuestra relación es muy tirante en estos momentos. Algunas de mis amigas me apoyan, como si mi romance fuera una victoria para el «equipo femenino», mientras que otras, lo sé, esperan el «dramático» final. Y yo, ¿qué espero?
Nada más que vivir día a día. No sé qué pasará mañana, como no lo sabe con certeza la joven que se casa enamorada de un hombre de su edad. Es cierto que nuestra relación tiene más retos que otras; es verdad que las personas van cambiando con los años y dentro de cuatro o cinco, quizás Daniel busque algo diferente. O lo busque yo. Pero en estos momentos me siento amada, respetada y, sobre todo, valorada por lo que soy, lejos del consabido rol de esposa o de madre. Solo aspiro a vivir mis sentimientos con autenticidad. Sé que si algún día nuestra relación deja de ser romántica, Daniel y yo siempre seremos buenos amigos.
«¡ME SIENTO MUCHO MÁS JOVEN QUE MI NOVIO!»
Después de más de 20 años sintiéndome protegida al lado de un hombre que me dio todo lo que yo quería, para luego dejarme por una mujer que podría ser su hija, juré que nunca más me dejaría llevar por esa falsa sensación de seguridad.
A los 47 años tenía una hija casada, un hijo en la universidad y yo estaba completamente sola. A esa edad me vi obligada a empezar de nuevo. Comencé a salir y a tratar de hacer nuevas amistades (muchas de mis amigas casadas se esfumaron después de mi divorcio; al parecer, me empezaron a ver como una posible «competencia»).
Así fue como empecé a salir con las chicas de mi oficina, que en su mayoría eran más jóvenes que yo. Su actitud —ver cómo tomaban el control en sus relaciones con los hombres— fue como una epifanía para mí. ¡Yo podía tenerlo también!
Al mismo tiempo, cuando iba a un bar o a una fiesta, me sentía vieja en comparación con las chicas. Me di cuenta de que si quería llamar la atención, tendría que renovarme de la cabeza a los pies.
Empecé por hacerme la liposucción; quedé tan complacida, que me hice los senos. Las inyecciones de botox me quitaron muchos años de encima. Verme más joven logró que me sintiera más sexy y, a los 50 años de edad, tengo un novio de 28. ¡Rolando puede ser mi hijo! Soy la primera en admitirlo, antes de que otros me lo señalen. Y siempre añado lo mismo: «¡No lo es!». Es el hombre que me hace sentir joven, deseable, ¡viva! Él me dice que las chicas de su edad lo aburren y que le encanta estar conmigo porque no tengo inhibiciones ni lo presiono con planes futuros. Simplemente disfrutamos
de nuestro amor hoy. Después de tantos años de matrimonio, he aprendido que no hay que pensar en el mañana.
Hace unas semanas, Rolando y yo nos encontramos por casualidad con mi ex esposo y su nueva muñequita Barbie. ¡Carlos me miró boquiabierto! Claro, él dejó a una mujer con unos kilos de más y algunas arrugas. Y ahora me veía radiante, sexy y con un hombre joven y guapo del brazo. Su expresión de sorpresa valía un millón de dólares.
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