Con el paso del tiempo, la gente habla, se rompen los pactos y las promesas de no contar las cosas privadas, y así se han conocido más secretos de los royals. Sobre los legendarios duques de Windsor, es asombroso saber que a pesar de que han pasado ¡casi 80 años!, muchos en el Reino Unido conocen su historia.
El rey Eduardo VIII abandona el trono
Quien fuera el rey Eduardo VIII tuvo sus razones para dejar el trono en 1936, pero los ingleses no le perdonan que lo abandonara, aunque lo hiciera “por amor”.
El duque se justificó en esa época diciendo que lo hacía para poder casarse “con la mujer que amo”: la divorciada estadounidense Wallis Simpson. ¡Y en Inglaterra la antipatía hacia Wallis y al exrey sigue existiendo!
La peculiar vida de los duques de Windsor
Sustanciosas revelaciones muestran a la pareja como “muy rara”. Los dos formaron un matrimonio en el que la duquesa “llevaba los pantalones en la relación”, y en la que el duque, siempre tan educado y fino, era como un niño pequeño, y se dejaba dominar, y hasta humillar, por la mujer que lo embrujó.
El famoso político inglés Winston Churchill decía que en todas las ciudades del Reino Unido debían haberle hecho una estatua a Wallis Simpson, porque “salvó a Inglaterra del desastroso rey que hubiera sido Eduardo VIII”.
Dicen que los duques simpatizaban con el nazismo y con Hitler, quien le besó la mano a Wallis cuando la conoció en una visita que ellos realizaron a Alemania en 1937, poco después de la abdicación. Ese gesto fue una vergüenza para el Reino Unido. ¡Y eso fue sólo una de las muchas cosas que les criticaban!
Cómo era la lujosa vida de Wallis Simpson y Eduardo VIII
Los románticos del mundo llevamos años oyendo hablar de su gran historia de amor. El romance que pudo más que cientos de años de tradición, y por él, el rey Eduardo VIII dejó en 1936 el trono del Reino Unido.
A partir de la renuncia, el exrey y su amada Wallis Simpson —dos veces divorciada y no especialmente bella—, se convirtieron en los míticos duques de Windsor. Una pareja que por décadas llevó una vida bastante inútil y muy frívola, residiendo de manera superlujosa en una mansión en las afueras de París.
Viajaban de país en país, como correspondía a miembros de la high society, y asistían a fiestas y a torneos de golf. Y al duque, famoso por su buen gusto, en muchos country clubs (como en La Habana en los años 50) le pagaban por jugar en sus campos de golf y por asistir a sus fiestas.
Nadie en ese mundo frívolo los criticaba, más bien las invitaciones aumentaban y se multiplicaban los regalos y la forma casi gratuita con que vivían. Uno de los placeres que compartían los Windsor era su amor por las joyas. Y el duque no sólo disfrutaba al regalárselas a Wallis, sino que las diseñaba y eran creadas por los joyeros más famosos del mundo.
Sin embargo, hace pocos años surgió el escándalo al saberse que muchas de las joyas ¡jamás fueron pagadas a las joyerías que las hicieron! Eran prendas divinas, que alcanzaron precios récords en subastas y ahora, años después de su venta, algunas joyerías “filtraron” la información: Wallis Windsor llevaba joyas que Cartier, Van Cleff & Arpells o Boucheron habían creado para su marido ¡y que el duque jamás pagó!
¿Estaría Wallis al tanto de que su marido tenía por costumbre dejar infinidad de cuentas sin pagar por todo el mundo? En Inglaterra, cuando abandonó el trono, debía miles a sastres, joyerías y tiendas de licores, e hizo lo mismo cuando estuvo viviendo en París, donde nadie se atrevía a insistir en el pago de las cuentas.
Los momentos turbios en el romance entre Wallis Simposon y Eduardo VIII
Tampoco el amor que los unía fue tan perfecto, pues a comienzos de los años 1950, la duquesa se enamoró locamente de Jimmy Donahue, el joven millonario bisexual, uno de los herederos de los Woolworth.
Jimmy le regaló a Wallis un elegante carro e infinidad de joyas durante su estrecha relación de amor-amistad, de 1950 a 1954, en que acompañaba a los Windsor a todas partes.
Según el biógrafo Hugo Vickers, las costumbres sexuales de los Windsor también eran muy extrañas, pues su amor físico lo manifestaban con “manipulaciones manuales… Esa era la forma de seducción de la duquesa”, que se rumoraba había aprendido “raros métodos cuando vivió con su primer marido Win Spencer en China, donde la pareja visitaba casas de citas”.
Wallis Simpson, la primera “rebelde” de la realeza británica
Wallis, poco femenina, sin curvas ni pechos, y un físico poco sensual, de joven era considerada una tomboy o marimacho. Su biógrafo Michael Bloch dice que posiblemente padecía de un síndrome androgénico, y que quizás esa fue la causa de que nunca saliera embarazada. Y su amigo Herman Rogers afirmó que Wallis le había confesado que con sus maridos “nunca había tenido relaciones sexuales tradicionales”.
Fuera lo que fuera, el duque vivió cautivado por Wallis desde el día en que la conoció. Era poco respetuosa, le hacía bromas, le daba órdenes, lo trataba con burla e ironía, se reía de él delante de los amigos, y a veces lo humillaba cuando ya estaba mayor y enfermo.
También le contaba a todos que el duque dormía con un osito que era su juguete fetiche desde su niñez. Wallis a veces lo llamaba Boysy o el pequeño hombrecito, y mientras más actuaba así, él más la quería y deseaba que ella estuviera siempre a su lado.
Al conocer la historia de los duques, muchos se preguntan: ¿qué tienen ciertas mujeres para inspirar esa rara devoción? ¿Por qué hay hombres que adoran vivir en ese rol de amantes-esclavos?