El príncipe Harry y su esposa Meghan Markle, junto con Doria Ragland, sufrieron la noche del martes (16 mayo) una “persecución automovilística casi catastrófica” en la que participaron paparazzi en Nueva York, dijo el miércoles un portavoz de la pareja.
“Esa implacable persecución, que duró más de dos horas, generó varias casi colisiones con otros conductores que circulaban por la carretera, peatones y dos agentes de la policía de Nueva York”, añadió el portavoz.
Harry y Meghan envueltos en una persecución con paparazzis que casi termina en tragedia
El Daily Mail y Daily Express publicaron fotos de la pareja presuntamente cambiándose de coche para subirse a un taxi, debido a la persecución tan intensa. Pero ni los tabloides ni otros medios confiables han confirmado este acontecimiento, pues al evento que asistieron los Sussex (los Ms. Foundation Women of Vision Awards), arribaron en una camioneta polarizada y con seguridad privada.
Ni los duques de Sussex o Doria salieron lastimados; se desconoce el estado de salud de los otros envueltos.
El comentador Michael Cole dijo para GB News que este incidente “podría aumentar el odio de Harry hacia los paparazzis”. No sería la primera vez que se sabe que el hijo menor de Diana se queja de la presión de los medios, pues además de ser una de las razones de su renuncia a la realeza, hizo mención de ello en su libro Spare.
“Los paparazzi siempre habían sido unos personajes grotescos, pero, cuando alcancé la madurez, empeoraron. Podías verlo en sus ojos, en su lenguaje corporal. Eran más obstinados, estaban más radicalizados, tal como se habían radicalizado los hombres jóvenes en Irak. Sus mulás eran los editores, los mismos que habían jurado hacerlo mejor tras la muerte de mi madre. Los editores prometieron públicamente no volver a enviar jamás a sus fotógrafos a perseguir a la gente y, en ese momento, diez años después, volvían a las andadas. Lo justificaban no enviando más a sus propios fotógrafos directamente; en lugar de hacerlo, contrataban a agencias de paparazzi que enviaban a los fotógrafos, que era exactamente lo mismo. Los editores seguían incitando a matones y buscavidas con cuantiosas recompensas por acosar a la familia real, o a cualquiera con el infortunio de ser considerado famoso o carne de noticia”.
“Y a nadie parecía importarle una mierda. Recuerdo salir de un club de Londres y verme rodeado por un enjambre de veinte paparazzi. Me rodearon, luego rodearon el coche de policía en el que me subí: se abalanzaban sobre el capó, todos tapándose la cara con bufandas de equipos de fútbol y con la capucha puesta, el uniforme internacional de los terroristas. Fue uno de los momentos más aterradores de mi vida, y sabía que a nadie le importaba. «Es el precio que hay que pagar», decía la gente, aunque yo nunca entendí a qué se referían”, extractos de Spare, por el príncipe Harry.