Las personas criticaban mucho su seriedad; sin embargo, se descubrió que Isabel II no era tan aburrida como parecía.
Por Mari Rodríguez Ichaso
Aunque la vimos siempre con esa expresión muy inglesa, seria e inconmovible, cuando la reina Isabel II cumplió 96 años de edad, los amigos y familiares se relajaron y comenzaron a hablar… y, las anécdotas que relataron, proyectaron una imagen muy diferente de la soberana.
Muchos creían que sólo mostraba alegría cuando sus caballos ganaban carreras, pero a ella le encantaban las fiestas. Cuando las organizaba, su prima lady Elizabeth Anson, fallecida en 2020, en los preparativos se referían a Isabel II con el sobrenombre de “Shirley Temple”, y dicen que, además de sugerir la comida, pedía su bebida favorita (“mucho champán helado, que nunca falte”) y las flores para el salón, asimismo la música, pues le fascinaba bailar.
¿El alma de la fiesta? Así era la reina Isabel II en las celebraciones
Una noche, John Louis Jr., el embajador de Estados Unidos en Reino Unido, bailó tanto con ella después de una cena oficial, que confesó que al día siguiente:
“El dolor de espalda de estar inclinado por horas, porque su majestad se había quitado los tacones y era mucho más baja que yo, era insoportable… Pero bailé y bailé, porque era imposible decirle que tenía 10 veces más energía que yo, y no podía llevarla a sentarse y darle las gracias, como en un baile cualquiera”.
Pero lo salvó el duque Felipe de Edimburgo, quien a la 1:30 am comentó que era el momento de irse a dormir, e Isabel II les dijo a todos muy divertida: “Podría bailar toda la noche, pero este señor no me permite hacerlo, porque es muy aburrido”.
Así era su majestad en familia y con los famosos que conocía
Un amigo de su juventud comentó que “aunque la reina Isabel no era una mujer físicamente cariñosa –excepto con el príncipe Felipe, quien siempre fue el amor de su vida–, le gustaba que lo fueran con ella, especialmente su hijo Andrés y sus nietos varones, quienes la abrazaban y la besaban a menudo y ella sonreía de oreja a oreja y hasta se sonrojaba”.
También le encantaba conocer a artistas de cine, “y todavía se ponía como una chiquilla al saludar a famosos, como cuando hizo el video de los Juegos Olímpicos 2012 de Londres, junto a Daniel Craig”, dijo en una entrevista para la televisión su nieta Zara Phillips. Incluso, al resto de sus nietos les gustaba hacerle bromas diciéndole que “probablemente se había enamorado del agente 007”, tras filmar el inolvidable momento en el que ella aparentaba arrojarse en paracaídas para inaugurar la justa deportiva internacional.
Dicen que los príncipes William y Harry solían ser su compañía favorita, ya que la “trataban como si fuera alguien de su misma edad”, explicó en alguna entrevista Lady Anson:
“En especial Harry (sobre todo antes del ‘Megxit’), quien es tan natural y divertido, siempre sabía ‘despertar’ el irreverente sentido del humor de su abuela, que muy pocos conocen. Cuando la reina pasaba un rato con los hijos del príncipe Carlos se veía rejuvenecida. Ella tendría más de 90 años de edad, pero tenía la cabeza en su lugar y sabía ser reina, asimismo, se sabía una mujer como cualquier otra”.
Después de la boda del príncipe Carlos y Diana Spencer, cuando la reina Isabel II ofreció un gran desayuno para sus muchos invitados reales, se le ocurrió poner pantallas de video en el salón y pasar los momentos de toda la ceremonia y los días anteriores, incluyendo divertidas tomas falsas de los preparativos, lo que tuvo a los invitados riendo a carcajadas.
En muchas ocasiones, Isabel II aparecía en medio de la proyección y, según recordó la exprimera dama de Estados Unidos, Nancy Reagan, un poco antes de su fallecimiento, “la reina le dijo en voz alta al príncipe Felipe:
‘Felipe, mira… Ahí estoy yo con mi cara de Miss Piggy’”.
Bromas y chiestes subidos de tono
A la soberana le encantaban las bromas y los chistes “salidos de tono”. Elton John recuerda haber bailado un rock & roll con ella cuando asistió a una cena estilo discoteca que Carlos y Diana organizaron en 1981, por el cumpleaños del príncipe Andrés.
“Su majestad se rió más que nadie con mis irrespetuosos chistes, y la pasó regio en ese ambiente psicodélico, con humo y luces de colores, y llegó el momento en que nadie se acordaba de que ella estaba allí”. La reina describió esa noche como “el momento más surrealista de mi vida”.
Todavía a finales de los 80 y comienzos de los 90, a la reina le divertía mucho sentarse en el piso del salón familiar del palacio de Buckingham, recostada en cojines junto a su hermana, la princesa Margarita, quien murió en 2002, y desayunar ambas mientras veían cajas de fotos que les provocaban carcajadas. Su madre, la reina madre Isabel, estaba siempre con ellas y disfrutaba al ver a sus hijas tan divertidas, recordando anécdotas de su niñez.
Isabel detrás del título real, una abuela ejemplar
Durante años, hasta poco antes de la muerte de Margarita, Isabel preparaba el desayuno de vez en cuando en la pequeña cocina de la zona privada del palacio: salchichas, frijoles al horno y huevos revueltos, “tal como hacía durante su adolescencia, pues creció sin mimos y obligada a aprender las tareas de la casa, incluso a hacer la cama al estilo militar”, cuenta con cariño lord Linley, su sobrino carpintero, hijo de la princesa Margarita:
“Durante la Segunda Guerra Mundial, mi tía le cocinaba a mi madre y nunca dejó de hacerlo… Nosotros sabíamos que cuando tía Lilibeth cocinaba era un ‘ritual familiar’ y teníamos que comerlo todo y decir lo sabrosa que estaba la comida”.
Y aunque en su momento aceptó que fue una madre poco presente para sus cuatro hijos, pareciera que buscó recuperar el tiempo perdido junto a sus ocho nietos y 12 bisnietos, con los que convivió regularmente (sobre todo a raíz de la muerte del príncipe Felipe) y quienes la llamaban cariñosamente “Gan-Gan”, en lugar de abuela. Como ven, detrás de la reina había una mujer que amaba, reía y se ilusionaba como cualquiera de nosotras.
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