A los 18 años se casó con el cantante Freddy Moore y tomó su apellido para probar suerte en Hollywood (su nombre real es Demetria Gene Guynes), pero, tras sus primeros trabajos, se volvió adicta a la cocaína, se obsesionó con su aspecto físico, entre otros problemas que la llevaron a tener una baja autoestima. Así fue la crisis de Demi Moore.
El éxito de Demi Moore
Tras divorciarse y rehabilitarse, la vida le sonrió en los 80 con una carrera en despegue y un nuevo matrimonio con Bruce Willis, con quien tuvo tres hijas.
En los 90, Ghost: La sombra del amor, Propuesta indecorosa y G.I. Jane, la convirtieron en la actriz mejor pagada del momento y obtuvo una cifra récord de 12 millones de dólares por la cinta Striptease. Luego puso todo en pausa.
Se retiró de las pantallas para dedicarse a su familia y no volvería al ojo público hasta su tercer matrimonio, esta vez con Ashton Kutcher, 15 años menor que ella.
Crisis de Demi Moore
Las crisis de Demi comenzó durante los primeros años de su carrera, en un emotivo discurso después de recibir el premio a la Mujer del Año por la Peggy Albrecht Friendly House en 218, dijo:
“Al comienzo de mi carrera entré en una espiral de autodestrucción en la que no importaba el éxito que tuviera, simplemente sentía que no era lo suficientemente buena. Pensaba que no tenía ningún valor y esa senda autodestructiva me llevó muy rápido a un punto crítico, a una crisis real”.
La actriz que se convirtió en la mujer mejor pagada de su generación, asegura haber recibido la ayuda de dos personas que apenas conocía, pero que le salvaron la vida:
“Me dieron la oportunidad de redirigir el curso de mi vida antes de que lo destruyera todo. Claramente, veían algo más en mí de lo que yo veía por mí misma. Y estoy muy agradecida de esa oportunidad. Sin su fe en mí, no estaría aquí hoy. La vida no es una línea recta y creo que todos aquí han tenido que lidiar con no sentirse lo suficientemente bien en algún punto de sus exitencias”.
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La obsesión de Demi Moore por un cuerpo perfecto
En su libro “Inside Out”, Demi cuenta cómo se obsesionó por el aspecto físico de su cuerpo, un problema que la llevó a los trastorno alimentarios, con la finalidad de ser aceptada y sentirse querida y valorada por lo demás.
“Cuando era más joven, sentía que nadie iba a quererme si no me entregaba. Sentía que mi valor estaba atado a mi cuerpo”.
Fue durante la película “Cuestión de Honor”, cuando la actriz se presionó por conseguir el cuerpo ideal, pues el rodaje de la cinta comenzó cuando apenas tenia un par de meses de haber dado a luz.
“A los 28 años, sentía que no podía parar de entrenar: Era mi trabajo entrar en ese uniforme militar delator que tenía que usar en solo dos meses para ‘Cuestión de Honor’. Estar perfecta para esa película desató en mí una obsesión que me consumiría durante los siguientes cinco años”.
Demi asegura que entrenaba durante tres horas antes de ir al set, y al regresar a su casa, entrenaba otras tres horas.
Para su próximo proyecto, “Propuesta Indecente”, Demi se obsesionó aún más con sus entrenamientos y con la comida que consumía.
“Tenía que exhibirme de nuevo y solo podía pensar en mi cuerpo, mi cuerpo, mi cuerpo. Dupliqué mi rutina que ya estaba al máximo, eliminé los carbohidratos y me puse a correr, hacer bicicleta y trabajar en cada máquina imaginable de mi gimnasio”.
Finalmente Demi se dio cuenta de que su éxito como actriz, estaba degradando poco a poco su autoestima:
“Me sentí orgullosa de mi trabajo, aunque, al mismo tiempo, me estaba sumergiendo en un mundo que parecía estar hecho a medida para degradar mi autoestima. Una profesión que se centraba única y exclusivamente en mi cuerpo, mi aspecto y mi talla, algo que solo sirvió para reforzar la idea de que mi valor dependía de mi atractivo físico”.
Con su trabajo en Striptease, Demi se convirtió en la actriz mejor pagada; sin embargo, las feministas la acusaron de vender su cuerpo, y la obsesión de Demi por verse perfecta aumentó.
“Mientras filmaba ‘Striptease’, para el desayuno comía media taza de avena con agua y durante el resto del día solo proteínas y algunos vegetales, eso era todo –cuenta en “Inside Out”–. Si esta obsesión con mi cuerpo parece una locura, no se equivocan, los trastornos de alimentación son una locura, una enfermedad. Pero eso no los hace menos reales”.
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La crisis de Demi Moore llegó a su fin
Luego de terminar la película G.I.Jane de 1997, en la que tuvo que aumentar algunos kilos, Demi finalmente pudo cortar con su obsesión.
“Mi reacción habitual al terminar la filmación hubiera sido empezar a matarme de hambre y entrenar sin parar para bajar lo que había subido, pero no hice ninguna de las dos cosas. Había llegado a mi límite. Cuando volví a mi casa en Idaho tuve una epifanía en la ducha: necesitaba ser de mi tamaño natural”.
Después de algunas recaídas y algunas visitas a rehabilitación, actualmente Demi está mejor que nunca y prioriza su salud mental y física, antes que su carrera como actriz.
“Hoy mi salud y mis relaciones son lo más importante, lo que hago está en segundo lugar”, le dijo a su amiga Gwyneth Paltrow en una charla del sitio Goop.