El asesinato de JFK se ubica en una larga lista de hechos luctuosos entre los suyos, muertes, accidentes y otras tragedias, que creó el mito de la famosa maldición Kennedy, que comienza con Joseph Patrick Kennedy, el patriarca de la familia Kennedy. Conoce esta historia llena de terribles tragedias.
Maldición Kennedy
Demasiadas desgracias para una sola familia. La imagen de dos ancianos sobreviviendo a su descendencia, enterrando a unos hijos que parecían destinados al triunfo, tenía vistos de tragedia griega. La imaginación popular no tardó en hablar de la “maldición de los Kennedy”.
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Jackie Kennedy
La muerte de su esposo no era la primera tragedia de su vida. Tras contraer matrimonio con JFK el 12 de septiembre de 1953, había sufrido un aborto y en 1956 había dado a luz a Arabella, una niña que nació muerta.
Asimismo, en agosto de 1963, después del nacimiento de Caroline (1957) y John F. Kennedy Jr. (1960), falleció Patrick Bouvier, el tercero de sus hijos, dos días después de nacer tras una cesárea de emergencia.
Luego, la figura enlutada de la primera dama más carismática de cuantas habían habitado la Casa Blanca caminando tras la comitiva que portaba el féretro de su esposo hacia el cementerio de Arlington –y llevando de la mano a sus dos hijos, John-John y Caroline– quedó grabada en la retina de toda una generación.
Tras el magnicidio, permaneció un año retirada de la mirada pública. Después retomó su vida, siempre en la órbita de los Kennedy, hasta que, en junio de 1968, Robert Kennedy fue asesinado.
La tragedia superó a Jackie: convencida de que una amenaza se cernía sobre el clan, decidió abandonar Estados Unidos junto con sus hijos.
Pocos meses después, aun a riesgo de acabar con su leyenda de “viuda de América”, contrajo matrimonio con el armador griego Aristóteles Onassis. Pero la felicidad no parecía estar hecha para ella: enviudó de nuevo en 1975, regresó a Estados Unidos.
En 1994 se le diagnosticó un linfoma que acabó con su vida pocos meses después. Tras su funeral, recibió sepultura junto a su primer esposo bajo la llama eterna que ella misma había prendido en noviembre de 1963.
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Pocos días antes, había anunciado su intención de entrar en la arena política como senador demócrata por Nueva York. Las teorías conspiratorias no tardaron en proliferar, pero lo cierto es que se le había avisado de que las inclemencias del tiempo no recomendaban
el vuelo y él las ignoró.
Como buen Kennedy y a pesar de los antecedentes familiares, se creía inmune. Pero para la imaginación popular su muerte no hizo sino confirmar que la presunta maldición de los Kennedy continuaba viva.
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