Demi Moore ha dicho que usa sanguijuelas chupasangre para “desintoxicarse”, Madonna se aplica mascarillas faciales hechas de placenta humana y David y Victoria Beckham se hacen tratamientos en el rostro que cuestan cientos de dólares por sesión… a base de excremento de pájaro. ¡Has leído bien!
Y eso no es todo: olvídate de la piedra pómez para limar las asperezas. Jessica Simpson y Angelina Jolie sumergen sus delicados pies en un tanque de peces que se comen las células muertas de la piel, dejándolos suaves y sedosos.
Si crees que estos tratamientos se pasan de raros, tenemos noticias: desde tiempos inmemoriales y a lo largo de la historia humana, las personas de todas las culturas han empleado los tratamientos más extraños, inusuales y hasta peligrosos en la búsqueda incansable de la belleza.
Los 10 tratamientos de belleza más raros en la historia de la antigüedad
Y aquí te presentamos los 10 más extravagantes. Te prometemos que vas a asombrarte, a horrorizarte y, sobre todo, ¡a reír! Y qué bueno, porque de acuerdo con muchos expertos, lo último es el mejor tip de belleza de cualquier época.
1. El cabello rojo de Isabel I de Inglaterra y su obsesión con la belleza
La pelirroja reina Isabel I ascendió al trono de Inglaterra en 1558 y fue tan popular durante su reinado, que sus súbditas copiaban el color de su cabello mediante una mezcla de cal viva, plomo, azufre y agua.
El rudimentario “tinte” casero provocaba hemorragias nasales, dolores de cabeza y náuseas. Pero eso no es todo, ya que la reacción de la cal viva con el agua es capaz de incendiar materiales combustibles. ¿Tendrían siempre un extinguidor de fuego a mano?
Fue tal la obsesión de esta monarca con la belleza, que el maquillaje que usó la envenenó lentamente hasta matarla.
2. ¿Cómo se usaban las pelucas blancas del siglo XVIII?
En Francia, la moda de usar pelucas cada vez más grandes y elaboradas hizo furor hace varios siglos. Como en esa época no existía un buen fijador en spray para mantener cada cabello en su lugar, las damas de la corte usaban… manteca.
El problema era que esta atraía a las ratas, por lo que las elegantes mujeres se veían obligadas a guardar sus pelucas en jaulas cuando se iban a dormir. ¡¿Qué?!
3. ¿Cómo se maquillaban en la Edad Media? Una historia terrorífica
No creas que la fascinación por los vampiros es un fenómeno moderno. En la edad media también eran populares y admirados por su blanca palidez. ¿Sabes qué hacían en esa época para adquirir ese tono fantasmal? Se frotaban plomo blanco en la cara.
Ese ingrediente tenía un efecto secundario letal. Lamentablemente, las mujeres que se aplicaron ese tratamiento perdieron la vida en la búsqueda de la belleza.
4. Remedios caseros para aumentar el busto… no recomendable
La moda de aumentar el busto tampoco es algo de la era moderna. La mujer ha soñado con desbordar sus copas desde tiempos inmemoriales. Prueba de ello es el obstetra bizantino Metrodona, quien creó una poción a base de vino y plomo, que él masajeaba en los pechos de sus pacientes para aumentar su tamaño. Pero, como ya sabes, el plomo es un potente veneno… y esas mujeres tampoco lograron sobrevivir para disfrutar de sus encantos.
5. Enjuague bucal casero para blanquear dientes… tampoco recomedable
Hoy día es fácil lograr una dentadura perfecta gracias a las tiras blanqueadoras que puedes comprar en cualquier farmacia. Pero no fue así en la Roma imperial, donde las personas que querían blanquearse los dientes recurrían a un enjuague bucal muy curioso: orina… y no una cualquiera, sino importada de Portugal, ya que los romanos creían que esa tenía un agente blanqueador más potente que el “producto” nacional.
6. La razón por la que en Japón se pintaban los dientes de negro
¿Puedes creer que hubo un tiempo en la historia en que los dientes de color negro azabache eran un símbolo de belleza y de poder? ¡Pues así fue! En Japón, durante la era de Meiji (1868-1912), las mujeres casadas usaban una laca negra compuesta de óxido de hierro, sake, té y otros ingredientes para colorear sus dientes. El proceso era largo, desagradable y debía repetirse cada pocos días. ¡Buenas razones para permanecer soltera!
7. Así se usaba el sudor de los gladiadores para la belleza
Ahora volvemos a la Roma imperial, donde los mercaderes de la belleza sudaron la gota gorda a la hora de crear una crema facial capaz de dejar el rostro de las mujeres radiante y luminoso. ¿El ingrediente secreto? El sudor de los gladiadores que se enfrascaban en una lucha a muerte en el Coliseo.
8. Una crema facial… radioactiva
¿Qué pensarías de un producto de belleza que anuncia que posee “propiedades radioactivas”? Sin duda llamarías a un escuadrón antibombas a toda velocidad, para que lo detonara muy lejos de ti.
Sin embargo, en los 1930, la crema facial inglesa Artes Radium ofrecía el rejuvenecimiento total de la piel (y posiblemente la hecatombe nuclear) en un fino estuche estilo art déco. De acuerdo con el anuncio de este producto en un diario de la época, el gran éxito de esta crema se debía a “sus propiedades radiactivas y a sus placenteros efectos emolientes”.
9. Estimulación de la circulación de la sangre para tener la piel radiante… what?
Una década más tarde, en los años 1940, los genios de la estética crearon un producto singular: un casco que funcionaba por medio de la tecnología al vacío para estimular la circulación mediante un procedimiento… ¿cómo describirlo?
Mejor leamos lo que apareció en un periódico de esos años: “Como un glamoroso casco de buzo, el aparato permite reducir la presión atmosférica alrededor de la cabeza, lo que estimula la circulación de la sangre para que el cutis alcance su belleza natural. La sensación es la misma que se experimenta al escalar una montaña o al volar en un avión a una gran altura”.
El artículo agrega que el casco tiene una ventanilla para que la persona pueda leer mientras recibe el tratamiento (¡o tal vez para que pueda localizar la salida de emergencia más cercana!).
10. El corset (magnético) del siglo XIX
El corset magnético. El nombre lo dice todo, ¿no es cierto? De acuerdo con los fabricantes, este aparato no solo ayudaba a las mujeres “de todas las edades” a conseguir la ansiada figura de reloj de arena (ansiada en los años 1800, vale aclarar), sino que, además, tenía propiedades curativas, ya que sanaba los problemas de la espalda, ayudaba en el sano desarrollo de los senos y fortalecía los órganos.
Las usuarias de este incómodo artefacto sufrieron de costillas desplazadas y otros daños internos en su afán por lograr la figura perfecta. Como ves, la búsqueda de la belleza no es algo de la era moderna, ya que la locura por probar las nuevas técnicas y los llamados “remedios milagrosos” ¡nos viene de herencia!